La alergia a las proteínas de la leche se confunde habitualmente con la mal llamada alergia a la lactosa que como apunta la doctora Pilar Cots «no existe, hay que hablar de intolerancia a la lactosa pero no de alergia«. Entonces, si hablamos de alergia y de productos lácteos tenemos que aclarar que hablamos de alergia a las proteínas de la leche, de ellas estas tres: la betalactoglobulina, la alfalactoalbúmina y la caseína, son las que de forma más habitual provocan alergia. Cuando una persona que tiene esta alergia a las proteínas de la leche ingiere leche o derivados lácteos está ingiriendo estas proteínas que, a su vez, pasan a la sangre y ahí, a través del sistema inmunológico, se produce la «cascada de inflamación que va a originar la reacción alérgica» asegura Cots.
Los principales síntomas que se encuentra una persona que tenga alergia a las proteínas de la leche son picor, ronchas, inflamación o edemas, vómitos, diarreas… Hay que tener en cuenta que, al tratarse de una alergia, también puede provocar una anafilaxia, es decir, una reacción de mayor gravedad «en la que puede darse incluso la muerte por un shock anafiláctico» comenta la alergóloga. Por eso es de vital importancia que una persona con alergia a estas proteínas no consuma leche ni derivados.
En cuanto al posible tratamiento o cura de la alergia a la leche, pueden darse dos situaciones. En niños muy pequeños, menores de 4 años, su sistema inmunológico todavía se encuentra en desarrollo y, si se mantiene la dieta estricta sin lácteos, la alergia, si no es muy severa, puede llegar a disminuir o desaparecer. Si después de esta edad no ha desaparecido conviene consultar con el médico especialista para valorar la opción de realizar una «desensibilización» con el fin de que la persona vaya tolerando poco a poco este alimento.
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